
La gripe es considerada la «reina de todas las infecciones» (ver Deadliest Enemy: Our War Against Killer Germs del reputado epidemiólogo Mark Osterholm) porque es un patógeno que puede aunar dos propiedades, virulencia y transmisibilidad, que, combinadas, son el sustrato necesario para una tormenta perfecta: una gran pandemia.
Los mayores expertos mundiales en gripe son humildes. Reconocen que desconocen muchos aspectos cruciales de la epidemiología de esta infección, lo que hace muy difícil formular predicciones con fiabilidad. Ciertamente estos expertos no son capaces de anticipar cuándo ocurrirá ni el impacto que tendrá, pero todos ellos coinciden en que una nueva pandemia de gripe es inevitable (llevan ocurriendo desde hace miles de años) y que su impacto podría ser devastador.
Por ello, un aspecto importante para mitigar el impacto de una pandemia de gripe es la preparación (preparedness). En sociedades menos previsoras esta evidencia (conocimiento) no se sigue de las acciones pertinentes . Y no solo eso, sino que a veces los esfuerzos de preparación se desacreditan por alarmistas y despilfarradores, como ocurrió con la preparación y la gestión de la pandemia de 2009. Si bien es cierto que no fallecieron tantas personas como en otras pandemias (300,000 seres humanos a nivel mundial), también lo es que afectó especialmente a gente joven (la edad media de los pacientes fallecidos en EE.UU. fue de 37.9 años) y sin gran comorbilidad y que puso al sistema sanitario en situación comprometida (algunos Servicios de Medicina Intensiva tuvieron que utilizar simultáneamente todos sus ventiladores disponibles). Es verdad que el impacto fue menor que en otras pandemias pero ¿era esto anticipable? Por eso, en lo que a la gripe pandémica se refiere, una aproximación razonable (huyendo del catastrofismo) sería:

… porque ¿de verdad creen que alguien nos prestaría mascarillas, respiradores o medicaciones esenciales en medio de una pandemia de moderada o gran intensidad, que es cuando más necesarias serían?
A una escala sustancialmente menor en comparación con la gripe pandémica, todos los años nos enfrentamos a la gripe estacional. Durante un número variable de semanas una proporción significativa de la población es infectada por este virus, con una repercusión, también en variable. En este caso son los pacientes más frágiles (ancianos, embarazadas, inmunodeprimidos, enfermos crónicos) los que pagan un nada despreciable peaje (en EE.UU fallecen más personas por gripe que por accidentes de circulación).

Por todo esto la temporada de gripe estacional supone toda una prueba de esfuerzo para el sistema sanitario y hay quien la compara con la vendimia (ver pie de imagen). El sistema sanitario debe por tanto prepararse para minimizar el impacto de la gripe estacional en los ciudadanos:
- Poniendo las medidas necesarias para evitar el mayor número de infecciones especialmente en la población más frágil y en sectores críticos de la población productiva: aquí entra de lleno la estrategia vacunal así como las medidas básicas de prevención de la transmisión entre la población general (higiene de manos y etiqueta respiratoria) y en instituciones sanitarias.
- Preparando el sistema sanitario para absorber la demanda asistencial que de forma indefectible va a recibir. Para que los pacientes con gripe grave reciba la mejor atención posible (la prioridad por tratarse de procesos urgentes no programables), afectando en la menor medida posible al resto de procesos asistenciales.
Y por eso esta entrada. Porque se acerca la temporada de gripe estacional y por ello empieza la campaña de vacunación en Aragón. Para la población en especial riesgo y para profesionales sanitarios. Mañana más. Precisamente sobre la vacuna de gripe en los profesionales sanitarios.
Muy recomendable también El jinete pálido, 1918: La epidemia que cambió el mundo, Laura Spinney, Editorial Crítica.
Gracias, Mingo
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